
Sólo te pido que tus pensamientos dejen de ahogar mis penas, que no me aturullen al son de tu parpadeo, que camine sólo por donde mi mente me conduzca y que pueda traducir lo bonito que me queda por sentir... me encantaría saber describir lo que busco, pero ni yo sé si podría llegar a existir algo que pudiera calmar mi no sé qué. Te pido que seas comprensible y me dejes respirar por mí mismo. Te pido que te alejes de mi razón y corazón. Deja que aprenda a caminar sin apoyarme en tu hombro y piensa que es mejor que el humo de nuestro entorno no haga indivisibles mis rojas mejillas que aparecen siempre al final de mi sonrisa. Tengo calor y siento consquillas en los pies, como si fuera con la pluma que siempre jugabas a hacerme reír, a buscar mi sensibilidad y a comernos con las miradas. Dejaste de buscar una sonrisa para encontrar lágrimas que salían de una desesperación que ojalá esté a un palmo de escaparse de la realidad. Te pido que no interrumpas mis sueños, que no entrecortes mis ganas de luchar, que no hagas desaparecer mi constancia y sobre todo, que no intentes recuperar lo que ya está perdido, lo que un día arrojaste por la ventana de tus sentimientos. Espero que me hagas ese favor y que dejes de aparecer en mi melodía, en el ritmo de mis pasos o en las frases que escribo. Y aquí, donde la calma es imposible que sea alcanzada por nada, sigo viendo una parte de esa nada que me hace lentamente morir; aquí, donde mis alegrías cobran vida y donde mis ganas de vivir son más fértiles que nunca; aquí, donde la soledad muta a un sentido agradable, donde los amaneceres se repiten cada 12 horas; aquí... aquí nunca deja de llover. Y entiende que, aunque pido que te alejes, no quiero perderte.