Para siempre.

Necesito que eches un vistazo aquí dentro y me digas qué está pasando. Hace días que revoloteaba y hace horas que murieron las ganas del aleteo quisquilloso. Necesito que te acerques y devores los patrones de mi sangre, de mis venas y de mis penas. Quiero que te alojes en mi regazo para poder tenerte ahora siempre debajo de mis actos: detrás de cada regalo y de cada esperanza; detrás de cada lucha y de cada destrozo. Ahora sí que la vida se complica.

Soy un inepto.

Desde el minuto uno en que comienza una decisión las neuronas dan mil y una vueltas al rededor de nuestras óseas e insustanciales mentes. Total, para brotar de los labios cadenas discontinuas de palabras sin sentido, pensamientos que no merecen ni existir en una sociedad que presume de ser "moderna", "tolerante"... Total, para ofender a la homosexualidad equiparándola a la Tuberculosis, para la venta de tickets de aborto en farmacias, para que los desahucios sean compatibles con la hipoteca y para que los gobiernos se llenen los bolsillos de gusanos. Si manifestar nuestra opinión significa alteración del orden público, tomarnos como estúpidos debería ser tomado como idiotismo agudo con pena capital. De todas maneras, me conformaré con el perfil superior de euskera e inglés para poder trabajar, mientras que una noble servidora del Estado nos llena de gloria con su patético espanglish delante de millones de personas. Señoras y señores, si volviéramos a la Prehistoria seguro que seguiríamos a cuatro patas.

Ella.

Definitivamente he decidido retomar mi vicio. He decidido volver a manifestarme, a opinar sin miedo al ridículo y sin complejos a hacerlo mal. Porque yo opino como pienso y si opino mal no es que piense mal: es que nadie sabe lo que tiene que pensar. A decir verdad, no está predeterminado. Nadie absorbe de primera mano lo que debe o no rondar por su cabeza. Nadie opina de antemano lo que el subconsciente le manda más tarde y nadie sabe lo que su opinión le va a obligar a decir. De todas formas, y sin que sirva de precedente, abierta y explícitamente manifestaré los impulsos que me mandan volver a estos hábitos. Ya he comprendido que hay que alejar el miedo que en mis intestinos orbita. He entendido que si te echo de menos, te echo de menos y no por ser más evidente deja de ser tan importante. Hoy sé, hoy sigo sabiendo que te quiero más que a nada, que te necesito más que a nadie, que te pienso y que te sueño y que te veo y que te escucho y que te siento. Hoy sé por qué esta absorción hacia el mundo mortal. Sé por qué esta punidad de volver a la vida terrestre y redescubrir que las cosas sin ti no tienen sentido. Sé que sin tu fuerza no se puede seguir adelante como uno espera. Y es paradójico que la persona más estéril de la tierra pueda convertirse en la única que te da fuerzas para seguir en tu batalla. Pero aún más paradójico es que cuando más lejos estás, más cerca te siento.

Siempre tendré algo de ti en mi interior. Ojalá pudiera decírtelo a los ojos. Ojalá tu corazón llegue a oír desde el cielo que te espero. Y que te añoro. Y que te necesito. Que te quiero, como nunca pensaste que lo pudiera hacer.