Quizá sea porque jugamos a ser niños otra vez; porque con nosotros está Júpiter alineado; porque quizá somos de la misma manera diferente... Yo creo que es porque consigues que yo consiga todo, porque hago que te olvides de tus malos días incluso de problemas. Creo que soñamos cómo sería todo esto de la manera en la que nosotros lo controláramos. Éste es mi juego. Atrévete tú también a sentirte Especial.

martes, 20 de octubre de 2009

Un actor peculiar


Hoy me ha sonreído. Ha sido una niña de piel pálida y ojos tristes la que hoy me ha mirado y sus fracciones se han alegrado. Es una sensación de plenitud, el saber que a alguien le estás haciendo feliz con sólo un gesto o un detalle. Corriendo, pero sin apartarme la mirada se ha marchado, contenta y sorprendida al verme en la calle. Me encanta recordar cómo ha ido mi día todas las noches, y si mi balance es positivo, por supuesto que me voy satisfecho a la cama. Después he sido testigo de una discusión en plena calle. Él salía de la agencia de viajes, mientras que ella le esperaba con los brazos cruzados al otro lado de la acera, justo a mi par. Ha faltado tiempo para que se enzarzaran en una fuerte discusión, de la cual probablemente no haya sido el único testigo. Nadie parece darse cuenta de mi presencia en esta calle, actúan como si nadie pudiera escucharles, como si yo fuera una mera estatua que sirve para adornar la acera llena de papeles de caramelos y colillas antiguas. Estaban hablando bajo, disimulando para no convertirse en el centro de atención, claro que no lo han conseguido. Yo les miraba fijamente mientras veía que los viandantes que parecía que pasaban de largo sin reparar a nada se fijaban en la pareja y hacían sus propias cábalas sobre qué estarían debatiendo. Finalmente, ella salió vencedora, ya que fue lo último que vi antes de que se marcharan. Una sonrisa de ella asomaba por su cabeza gacha mientras que él sacaba del bolsillo algo parecido a unos billetes. Un final feliz, mi día parecía que podría ir bien. Las siguientes horas las pasé sin ninguna novedad. Pero odio aquellas personas que pasan por mi lado, de largo, mirándome de arriba abajo y poniendo cara de aborrecimiento, mientras que yo sólo puedo imaginarme rápidamente cómo serán sus vidas sosas y monótonas detrás de ese refinado perfil y estirada figura. No les estoy rogando ninguna prima, es más, no necesito de su dinero. Sólo quiero ver cómo la gente sigue teniendo ese toque de inocencia que deberíamos no perder nunca. Lo que sí me ha impactado hoy, ha sido la ilusión que ha mostrado una anciana al verme actuar. Tendría unos 80 años, pero no iba sola. Una mujer peruana la llevaba sentada en su silla de ruedas, sus piernas llenas de moratones parecían no formar parte de su cuerpo con vida. Se han acercado hacia mí por ruego de la señora, mientras la asistenta sacaba del bolso de ésta un billete rojo y lo depositaba dentro de mi cesta. Yo he cogido esa rosa roja que guardo dentro de mi chaqueta para ocasiones especiales, agradecidamente se la he entregado y he visto cómo volvía a florecer ese brillo en los ojos, dejando evidente su vitalidad. Parecía no entender nada, me ha recordado a la niña de piel pálida mirando fijamente mi nariz colorada y lanzando una sonrisa silenciosa hacia el cielo; por un momento lo que pude tocar.
Y ahora estoy aquí, en mi habitación, recordando cómo me fue el día y me doy cuenta de que sin hacer lo que hago día tras día no sería yo. Siempre llego a la misma conclusión, me gusta lo que hago, y me gusta que la gente me lo agradezca. Esto es como en todo, habrá gente que te subestime, habrá otra que te supervalore, pero lo que sí es verdad es que siempre hay que saber cuáles son las aceptables y cuáles no la son. Mi función consiste en eso, en hacer feliz a la gente, aunque sólo sea por un instante, porque poco a poco, los momentos felices sabemos que valen, que sirven de gran ayuda para convertirlos en un ciclo con próspero final.
Me llaman el alma de la calle, me llaman el mimo de la acera, me llaman el pobre incomprendido, me llaman el payaso bondadoso.

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