Quizá sea porque jugamos a ser niños otra vez; porque con nosotros está Júpiter alineado; porque quizá somos de la misma manera diferente... Yo creo que es porque consigues que yo consiga todo, porque hago que te olvides de tus malos días incluso de problemas. Creo que soñamos cómo sería todo esto de la manera en la que nosotros lo controláramos. Éste es mi juego. Atrévete tú también a sentirte Especial.

domingo, 7 de noviembre de 2010

¿Y tú presumes de penas?


Nacimos con la esperanza de que la vida nos abriera infinidad de posibilidades. Nacimos seguros de que esto no sería algo así como "pasaba por aquí...". Al instante supimos que no hay vida sin gozo, ni gozo sin sufrimiento pero que todo ello sería parte de nuestro maravilloso día a día.


Pero no contamos con que habíamos partido desde lo dubitativo: de que no todo lo que habíamos presupuesto iba a ser hecho próximo. Porque cada vez que nos levantábamos sólo nos disponíamos a ver lo que nuestros ojos querían ver, que sólo pensábamos cuando se suponía que debería estar fría nuestra mente. Todas las mentiras, todo lo contradictoriamente crédulo era algo así como... unas falsas obviedades fabricadas inconscientemente y sin maldad alguna desde el interior de nuestro ser.


Esto es, sabemos que nos tocará sufrir, pero contra eso nos regocijamos en pensar de que la balanza alguna vez estará de nuestro lado; sabemos lo que es y no correcto, y que hallando esa corrección la vida se portará mucho mejor con nosotros; sabemos que las injusticias existen, pero rezamos para que a nosotros no nos toque ser el afectado... así hasta interminables acciones de las cuales no nos sentiríamos orgullosos de que nos pasaran.


Aún así, cuanto peor nos sentimos, más ansias de superioridad solemos tener. No hablo de todo el universo humano, sólo hablo del innato egoísmo que nosotros mismos nos encargamos de crecer y alimentar años tras años. Bien, como decía, cuanto más miserables y absurdos nos sentimos, hacemos más hincapié de nuestro espíritu -falso o no- de lucha, de nuestra desgracia impropia, de nuestro injusto peso moral, de nuestro inmerecido castigo... en definitiva, aun teniendo un aparato medidor de las penas, estos debates nunca podrían desaparecer por excesivas creencias infundidas de nuestros propios derechos.


¿Quién necesita medir el mal propio y el ajeno para saber quién merece más o menos ayuda? ¿Quién inventaría una especie de jerarquía a la hora de otorgar premios por una lucha más o menos constante? Sólo el mero hecho de estar pensándolo patalea de cara al Humanismo. No es más quien más padece, sino quien quiere ser más dentro de uno mismo, quien decide luchar por él, por los demás y por su vida.


A mí sólo me gustaría que ocurriera el hipotético caso de que algún día se descubriera una medicina contra las penas ajenas, para aclarar tantos rostros oscuros, para iluminar la vida de quienes sí lo merecen- que no hace falta que sean medidos, todos somos merecedores de una gran sonrisa diaria siempre que no se la arrebatamos a nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario